Esta es una historia verídica… Hace unos cuantos años estábamos de campamento en la Sierra de las Ánimas (Uruguay)… Verano, unos 40 adolescentes, en un lugar propiedad de la iglesia, pero que se podía rentar por terceros … y ahí terminamos, alquilándolo por una semana. Unas monjas (que casi nunca aparecían) vivían en una casa al costado del predio.
El predio, de varias cuadras, tenía dos dormitorios GIGANTES (de dos pisos de altura cada uno, hechos de piedra y material, con madera de techo -algo muy antiguo- con capacidad para 100 o mas jóvenes cada uno) justamente, separados al mejor estilo iglesia, para tener a los nenes y las nenas bien lejos en esas horas impropias que son para dormir y no para generar promiscuidades a lo conejitos.
Como forma de plaza principal, separando ambos dormitorios, había un gran espacio con pedregullo, para mantener el pasto fuera de combate y poder ser transitado facilmente.
Cuando caía el sol, salía una monja y caminaba unas cuadras hasta una compuerta que recoge el agua desde los cerros y una especie de represa, y la desvía hasta el costado del campamento donde una enorme construcción estilo pozo / usina eléctrica (de principio del siglo pasado!) generaba corriente para todo el complejo. Como forma de ahorro de agua, esto funcionaba solamente unas 3 horas por noche. Luego quedábamos «por nuestros propios medios» (una serie de faroles a mantilla y linternas a granel) …
Una de esas tardes, jugando al futbol en el pedregullo de la entrada, uno de mis amigos pierde un anillo de oro en el pedregullo. Cortamos el juego. Todos nos ponemos a buscar el anillo. El area es ENORME (30 metros x 15 metros o algo así). Se viene la oscuridad … sin suerte.
Con la oscuridad, a una amiga se le ocurre mencionar el tema del juego de la copa (y yo nunca había escuchado del tema!! pero me encantó). Conseguimos una copa (de las monjas!!), y nos vamos a cenar. Sobre la medianoche, un grupito de 15 a 20 compañeros, luego de ordenar el quincho – comedor, decidimos arrancar con el tema juego de la copa.
Armamos la mesa, haciendo las letras y números, ubicándolos en círculo, y 6 de nosotros nos pusimos de voluntarios para poner el dedo… el resto miraba … basicamente, descreídos.
HASTA QUE EMPEZÓ A MOVERSE.
El espíritu se identificó como un niño del siglo 19, enterrado en la sierra misma. La copa se movía con una velocidad «sobrenatural» y la historia planteada era decididamente difícil que pudiera ser inventada por cualquiera de nosotros. Dicho sea de paso, estábamos todos con tremendo chucho.
Uno de nuestros líderes -adulto que nos acompañaba como «tutor»- siendo ingeniero, propone hacer de la experiencia algo mas interesante y le propuso a la mesa y a la copa que nos ayudara a buscar el anillo de este amigo que lo perdió mas temprano.
La copa accedió, y para hacerlo en forma científica, dividimos el terreno en parches de un metro cuadrado a lo Batalla Naval. La copa no tuvo ningún inconveniente en decir las coordenadas del parche donde EFECTIVAMENTE ESTABA EL ANILLO, facilmente encontrado al ser varios pares de ojos y linternas enfocados en un área tan pequeña.
Mi amigo del anillo quedó agradecido (e impresionado) … le llevó un tiempo animarse a ponerse el anillo de nuevo 🙂