Esta historia transcurre al pié de la Sierra de Minas, Uruguay, en un campamento «a pura luz de farol», donde tuvimos nuestras primeras experiencias con el Juego de la Copa.
Grupo de jóvenes, 16 a 21 años, más algún adulto, para pasar la velada luego de la cena, armamos un Juego de la Copa sobre las mesas rústicas de madera.
Para nuestro desconcierto -era la primera vez que jugabamos a esto- la copa comenzó a moverse. Primero tuvimos las infaltables dudas y sospechas sobre quien de nosotros estaba detrás del movimiento. Pero no, era muy raro, porque para empezar la superficie rugosa de la mesa no permitía el movimiento desde un dedo.
O sea, o estaban todos coordinados y ayudaban tacitamente, o era imposible que uno de nosotros estuviera engañando al resto, porque al aplicar la fuerza del dedo en un sentido, la copa directamente se tumbaba, trancada por la aspereza de la mesa.
Descartamos el acuerdo tácito, porque era imposible: 6 dedos sobre la copa, todos neófitos en el tema, y con un susto de cierta importancia. Nadie estaba de acuerdo en moverla «a prepo».
El juego se desarrolla con el diálogo de un espíritu que se declaraba local a la zona, muerto hacía unos 150 años y enterrado en las cercanías del campamento, un niño de apenas 12 años, en la época difícil de nuestras tierras.
La cosa se fue tranquilizando, pero alguno de nosotros queríamos ver igualmente «el santo grial» del juego de la copa: Que la misma se moviera sola! Asi que pedimos por favor al espíritu que intentara mover la copa sola. No hubo suerte con el niño … y finalizamos el juego, para tomar un respiro…
La mesa quedó sola. Nosotros, en grupos, comentando la experiencia recién vivida, estabamos ahi cerca.
De repente, uno de nosotros, «el francés» pega un grito «miren todos a la mesa»: los que miraron (yo no pude verlo!) incluyendo uno de los adultos que estaba con nosotros, dicen que la copa estaba girando sobre si misma.
Que momento, eh?
Compu,…te olvidaste de narrar a mi juicio lo más importante y significativo: La Búsqueda del Diente del Gordo Guerendiaín. Deberías contarlo.
saludos
Carlos (uno de los 8 del campamento)